jueves, 14 de mayo de 2009

Mujer y Trabajo

Cuando analizamos la relación entre las mujeres y el trabajo se nos presentan diferentes dimensiones dentro de lo que llamamos la división sexual del trabajo: por un lado lo que las feministas llamamos la doble jornada, es decir la problemática coexistencia entre el trabajo remunerado "fuera del hogar" y el trabajo no remunerado, o trabajo doméstico. Dentro del trabajo remunerado otra dimensión de la problemática de género es la brecha salarial que existe entre varones y mujeres. Otra dimensión del análisis tiene que ver con los cambios que se dieron en Argentina en los años 90 en el mundo del trabajo. El neoliberalismo implementó una reestructuración capitalista que se llamo flexibilización laboral y que implicó la aparición y extensión de lo que llamamos trabajo precarizado, es decir, trabajo sin derechos, con contratos temporarios, en negro, sin aportes, ni obra social. Esto se dio tanto en el sector informal como en el formal y afectó de manera desigual en varones y mujeres siendo la población femenina la más afectada.
Esto sumado a la segregación ocupacional que condena a las mujeres a unos pocos trabajos que generalmente son una prolongación de las actividades que realizan en el ámbito doméstico (cuidar niños, enfermos, ancianos y a tareas industriales repetitivas y monótonas), empleos que por otro lado no son asumidos por los varones.

Lo primero que tenemos que hacer cuando hablamos de trabajo femenino es problematizar la responsabilidad sobre las tareas domesticas que recae exclusivamente sobre las mujeres. En cada hogar, las mujeres ocupan el rol de ama de casa, lo que implica resposabilizarse por el conjunto de actividades vinculadas al mantenimiento y aseo de la vivienda, organización del consumo y provisión de servicios (comida, ropa, etc.) y la crianza de niños entre otras. Este conjunto de actividades es requerido para salir al ámbito público, mantener los vínculos familiares, etc., y constituye el llamado trabajo doméstico. El trabajo doméstico, no por invisible en términos sociales y económicos - dada la inexistencia de una remuneración monetaria - es menos necesario social y económicamente. La producción y reproducción cotidiana de la fuerza de trabajo, aquella que se va a vender al mercado a cambio de una remuneración es realizada por el trabajo doméstico. Por esto decimos que el capital saca provecho de la explotación de este trabajo, ya que este aumenta de manera indirecta la masa general de plusvalía.
En Argentina el promedio de horas dedicadas al trabajo doméstico es de 84.5 a la semana, incluyendo los domingos y feriados, es decir un promedio de 12 hs. diarias. Más de cuatro quintas partes recaen sobre las amas de casa, que emplean un promedio de 68.9 horas por semana, casi 10 hs. diarias, incluyendo domingos y feriados.
Las mujeres en tanto que cumplen la doble jornada laboral (trabajo en el mercado laboral) dedican a las tareas domésticas 55.9 hs. a la semana, que sumadas a las 35.4 hs. semanales en el mercado hacen un total de 91.3 hs. semanales de trabajo. La ama de casa trabaja en su casa un promedio de 73.1 hs. semanales.
Para el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) la jornada normal de trabajo oscila entre 35 y 45 hs. a la semana, por lo cual ambas categorías de mujeres, las que realizan la doble jornada y las amas de casa están sobreempleadas -quizás la categoría social más explotadas- son las mujeres que cumplen la doble jornada, ya que trabajan el doble de horas de lo que el INDEC considera jornada de trabajo.
Auque existen muchas dificultades para medir el valor del trabajo doméstico se calcula que este representa entre el 25 y el 40% de lo contabilizado en el producto bruto nacional de las sociedades industrializadas. Esto es mayor en el caso de los países latinoamericanos.
En consecuencia entendemos que no es posible referirse a la situación social de las mujeres restringiendo en término trabajo o actividad al empleo remunerado. El cuidado del hogar es también un trabajo con valor económico. La devaluación de este trabajo así como la del trabajo comunitario, predominantemente realizado también por mujeres, sigue un camino paralelo al de la subordinación de las mismas. La mera conexión entre productividad y empleo remunerado continúa invisibilizando la enorme cantidad de trabajo no remunerado que realizan las mujeres, el que en realidad fundamenta y subsidia todos los demás tipos de trabajos.

En las ultimas décadas en Argentina, la retirada o achicamiento del Estado, el llamado "ajuste" generó que este vacío fuera asumido por las mujeres, lo que implicó una duplicación de su carga de trabajo en la sociedad para reemplazar a un Estado que se redujo y que, por lo tanto, se supone que se volvió más eficiente. Como resultado del ajuste las mujeres incrementaron su participación en la fuerza laboral para poder mantenerse ellas mismas y a sus familias, se incorporaron al empleo informal en condiciones desventajosas e inseguras y, debido a la disminución de sus ingresos, aumentaron su trabajo doméstico no remunerado. Los costos de la reproducción social fueron transferidos a la esfera doméstica. Las mujeres absorbieron el impacto del ajuste por la vía de trabajar más tiempo y más arduamente dentro y fuera del hogar. De esta forma una responsabilidad estatal se traslada a una responsabilidad privada de las mujeres.
En los sectores populares las estrategias de sobrevivencia provocan una mayor sobrecarga para la mujer que en general es quien las implementa en lo familiar o en lo barrial. Así el sostenimiento de las ollas populares, copas de leche, guarderías, comedores, roperos, son un ejemplo de tareas de este tipo.

También en las ultimas décadas y producto de esta reestructuración del trabajo el crecimiento del llamado sector informal a conducido a reconocer ocupaciones que no son detectadas por las estadísticas, esta invisibilidad es más evidente en el caso de las mujeres y hace referencia al fenómeno poco reconocido aun de la FEMINIZACIÓN DEL TRABAJO INFORMAL. Pertenecen a este sector diversas categorías de trabajadoras: por cuenta propia, domiciliarias, domésticas, rurales, las ocupadas en actividades de comercialización etc. Este conjunto de mujeres es más vulnerable en el mercado de trabajo desde todo punto de vista. La mayoría se encuentra en situación de pobreza con el agravante de que no cuentan con sistemas previsionales de jubilación y atención de salud, no tiene condiciones para organizarse para fortalecer su capacidad de negociación y perciben bajos ingresos.
La precarización laboral también tiene principalmente rostro de mujer.
En el sector privado, según datos del 2005, los asalariados precarios varones son el 48%, mientras que para las mujeres esta cifra asciende al 60%. En promedio, las mujeres estamos un 10% más precarizadas que los varones.

Las cifras que marcan la desigualdad de salarios entre varones y mujeres es alarmante: en iguales condiciones educativas, el ingreso promedio de las mujeres representa el aproximadamente 60% del de los varones. En el año 2006 la brecha salarial entre varones y mujeres era del 32% en perjuicio de las mujeres según la CTA.
Esta brecha se ensancha con la edad. Y, contrariamente a lo que se podría asumir, cuanto mayor es el nivel educativo mayor es la brecha lo cual quizás se deba a cierta discriminación en el lugar de trabajo, a la segregación profesional o a que una proporción mayor de mujeres que de hombres trabaja a tiempo parcial (a menudo con salarios más bajos) o por debajo de su nivel educativo, por verse obligadas en muchos casos a combinar el trabajo con las responsabilidades familiares.

El gran desafío de la inserción de las mujeres en el mundo del trabajo fue cómo conjugar la maternidad con el trabajo. Ese desafío sigue siendo un desafío. Y después de la flexibilización laboral salvaje de los noventa el desafío se recrudeció.
En este sentido un punto que frena el ascenso de las mujeres en el mundo del trabajo es que, en la Argentina, los jardines maternales son muy pocos. El Estado no cubre esta necesidad y las empresas no cumplen con su obligación de contar con jardines maternales propios.
Por otra parte las mujeres están subrepresentadas en el sistema previsional, lo que se debe a que el peso de la reproducción social opera como una de las causas principales de su baja inserción en el mercado formal y su sobrerepresentación en los segmentos peor remunerados y en la economía informal. Entre las mujeres que trabajan de forma asalariada en el servicio domestico, el 90% no tienen aportes.

1 comentario:

Venus en Rabia: dijo...

Interesantísimo el informe.

Lxs invitamxs a conocer el blog de nuestra incipiente agrupación feminista platense, Venus en Rabia.

www.venusenrabia.blogspot.com

¡Saludos!